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martes, 11 de octubre de 2011

BIENVENIDOS AL CURSO 2011/2012

Nuevo curso, nuevos retos, nuevos alumnos, aunque no nuevo centro, vuelvo  a sentirme como en casa. Bienvenidos chicos del IES Arguineguín, juntos afrontamos esta etapa con ilusión, esperando que todo el esfuerzo merezca la pena, estoy convencida de que así será.

¡Mucho ánimo a todos!

LA CONJURACIÓN DE LAS PALABRAS

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Erase un gran edificio llamado
tan colosal y fuera de medida que, al decir de los cronistas, ocupaba casi la cuarta parte
de una mesa, de estas que, destinadas a varios usos, vemos en las casas de los hombres.
Si hemos de creer a un viejo documento hallado en viejísimo pupitre, cuando ponían al
tal edificio en el estante de su dueño, la tabla que lo sostenía amenazaba desplomarse,
con detrimento de todo lo que había en ella. Formaban dos anchos murallones de cartón,
forrados en piel de becerro jaspeado, y en la fachada, que era también de cuero, se veía
un ancho cartel con doradas letras, que decían al mundo y a la posteridad el nombre y
significación de aquel gran monumento.
Por dentro era un laberinto tan maravilloso, que ni el mismo de Creta se le
igualara. Dividíanlo hasta seiscientas paredes de papel con sus números llamados
páginas. Cada espacio estaba subdividido en tres corredores o crujías muy grandes, y en
estas crujías se hallaban innumerables celdas, ocupadas por los ochocientos o
novecientos mil seres que en aquel vastísimo recinto tenían su habitación. Estos seres se
llamaban palabras.
Una mañana sintióse gran ruido de voces, patadas, choque de armas, roce de
vestidos, llamamientos y relinchos, como si un numeroso ejército se levantara y vistiese
a toda prisa, apercibiéndose para una tremenda batalla. Y a la verdad, cosa de guerra
debía de ser, porque a poco rato salieron todas o casi todas las palabras del
Diccionario de la Lengua castellana, de tamañoDiccionario,
con fuertes y relucientes armas, formando un escuadrón tan grande que no cupiera en la
misma Biblioteca Nacional. Magnífico y sorprendente era el espectáculo que este
ejército presentaba, según me dijo el testigo ocular que lo presenció todo desde un
escondrijo inmediato, el cual testigo ocular era un viejísimo
pergamino, que en el propio estante se hallaba a la sazón.
Avanzó la comitiva hasta que estuvieron todas las palabras fuera del edificio.
Trataré de describir el orden y aparato de aquel ejército, siguiendo fielmente la veraz,
escrupulosa y auténtica narración de mi amigo el
Flos sanctorum, forrado enFlos sanctorum.
Delante marchaban unos heraldos llamados Artículos, vestidos con magníficas
dalmáticas y cotas de finísimo acero; no llevaban armas, y sí los escudos de sus señores
los Sustantivos, que venían un poco más atrás. Estos, en número casi infinito, eran tan
vistosos y gallardos, que daba gozo verlos. Unos llevaban resplandecientes armas del
más puro metal, y cascos en cuya cimera ondeaban plumas y festones; otros vestían
lorigas de cuero finísimo, recamadas de oro y plata; otros cubrían sus cuerpos con
luengos trajes talares, a modo de senadores venecianos. Aquéllos montaban poderosos
potros ricamente enajezados, y otros iban a pie. Algunos parecían menos ricos y lujosos
que los demás; y aún puede asegurarse que había bastantes pobremente vestidos, si bien
éstos eran poco vistos, porque el brillo y elegancia de los otros como que les ocultaba y
obscurecía. Junto a los Sustantivos marchaban los Pronombres, que iban a pie y delante,
llevando la brida de los caballos, o detrás, sosteniendo la cola del vestido de sus amos,
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ya guiándoles a guisa de lazarillos, ya dándoles el brazo para sostén de sus flacos
cuerpos, porque, sea dicho de paso, también había Sustantivos muy valetudinarios y
decrépitos, y algunos parecían próximos a morir. También se veían no pocos
Pronombres representando a sus amos, que se quedaron en cama por enfermos o
perezosos, y estos Pronombres formaban en la línea de los Sustantivos como si de tales
hubieran categoría. No es necesario decir que los había de ambos sexos; y las damas
cabalgaban con igual donaire que los hombres y aún esgrimían las armas con tanto
desenfado como ellos.
Detrás venían los Adjetivos, todos a pie y eran como servidores o satélites de los
Sustantivos porque armaban al lado de ellos, atendiendo a sus órdenes para obedecerlas.
Era cosa sabida que ningún caballero Sustantivo podía hacer cosa derecha sin el auxilio
de un buen escudero de la honrada familia de los Adjetivos; pero éstos, a pesar de la
fuerza y significación que prestaban a sus amos, no valían solos ni un ardite, y se
aniquilaban completamente en cuanto quedaban solos. Eran brillantes y caprichosos sus
adornos y trajes, de colores vivos y formas muy determinadas; y era de notar que
cuando se acercaban al amo, éste tomaba el color y la forma de aquéllos, quedando
transformado al exterior, aunque en esencia el mismo.
Como a diez varas de distancia venían los Verbos, que eran unos señores de lo
más extraño y maravilloso que puede concebir la fantasía.
No es posible decir su sexo, ni medir su estatura, ni pintar sus facciones, ni
contar su edad, ni describirlos con precisión y exactitud. Basta saber que se movían
mucho y a todos lados, y tan pronto iban hacia atrás como hacia adelante, y se juntaban
dos para andar emparejados. Lo cierto del caso, según me aseguró el
que sin los tales personajes no se hacía cosa a derechas en aquella República y si bien
los Sustantivos eran muy útiles, no podían hacer nada por sí, y eran como instrumentos
ciegos cuando algún señor Verbo nos los dirigía. Tras estos venían los Adverbios que
tenían cataduras de pinches de cocina: como que su oficio era prepararles la comida a
los verbos y servirles en todo. Es fama que eran parientes de los Adjetivos, como lo
acreditaban viejísimos pergaminos genealógicos, y aún había Adjetivos que desempeñaban
en comisión la plaza de Adverbios, para lo cual bastaba ponerles una cola o
falda que decía:
Flos sanctorum, esmente.
Las Preposiciones eran enanas, y más que personas parecían cosas, moviéndose
automáticamente: iban junto a los Sustantivos para llevar recado a algún Verbo, o viceversa.
Las Conjunciones andaban por todos lados, metiendo bulla; y una de ellas
especialmente, llamada
porque indisponía a un señor Sustantivo con un señor Verbo, y a veces
trastornaba lo que éste decía, variando completamente el sentido. Detrás de todos marchaban
las Interjecciones, que no tenían cuerpo, sino tan sólo cabeza, con gran boca
siempre abierta. No se metían con nadie, y se manejaban solas: que aunque pocas en
número, es fama que sabían hacerse valer.
De estas palabras, algunas eran nobilísimas, y llevaban en sus escudos delicadas
empresas, por donde se venía en conocimiento de su abolengo latino o árabe; otras, sin
que, era el mismo enemigo y a todos los tenía revueltos y alborotados,
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alcurnia antigua de que vanagloriarse, eran nuevecillas, plebeyas o de poco más o
menos. Los nobles las trataban con desprecio. Algunas había también en calidad de
emigradas de Francia, esperando el tiempo de adquirir nacionalidad. Otras, en cambio,
indígenas hasta la pared de enfrente, se caían de puro viejas, y yacían arrinconadas,
aunque las demás guardaran consideración a sus arrugas; y las había tan petulantes y
presumidas, que despreciaban a las demás mirándolas enfáticamente.
Llegaron a la plaza del Estante y la ocuparon de punta a punta. El verbo
Ser
hizo una especie de cadalso o tribuna con dos admiraciones y algunas comas que por
allí rodaban, y subió a él con intención de despotricarse; pero le quitó la palabra un
Sustantivo muy travieso y hablador, llamado
de sus edecanes, los simpáticos Adjetivos
a la multitud, quitándose la H, que a guisa de sombrero le cubría, y empezó a
hablar en estos o parecidos términos:
—Señores: la osadía de los escritores españoles ha irritado nuestros ánimos, y es
preciso darles justo y pronto castigo. Ya no les basta introducir en sus libros contrabando
francés, con gran detrimento de la riqueza nacional, sino que cuando por
casualidad se nos emplea, trastornan nuestro sentido y nos hacen decir lo contrario de
nuestra intención.
tales respeten nuestro significado. Se nos desfigura de un modo que da grima y dolor.
Así, permitidme que me conmueva, porque las lágrimas brotan de mis ojos y no puedo
reprimir la emoción.
Hombre, el cual, subiendo a los hombrosRacional y libre, saludó(Bien, bien.) De nada sirve nuestro noble origen latino, para que esos(Nutridos aplausos.)
El orador se enjugó las lágrimas con la punta de la
ya se preparaba a continuar, cuando le distrajo el rumor de una disputa que no lejos se
había entablado.
Era que el Sustantivo
le decía:
—Perro, follón y sucio vocablo, por ti me traen asendereado y me ponen como
salvaguardia de toda clase de desatinos. Desde que cualquier escritor no entiende palotada
de una ciencia, se escuda con el
de la Tierra. Vete, negro y pestífero Adjetivo, lejos de mí, o te juro que no saldrás con
vida de mis manos.
Y al decir esto el
escudero le dejó tan mal parado, que tuvieron que ponerle un vendaje en la o, y
bizmarle las costillas de la
—Haya paz, señores —dijo un Sustantivo Femenino llamado
dueñescas tocas blancas apareció entre el tumulto. Mas en cuanto le vio otra palabra
llamada
cantando así:
e, que de faldón le servía, ySentido estaba dando de mojicones al Adjetivo Común, ySentido Común y ya le parece que es el más sabioSentido enarboló la t, y dándole un garrotazo con ella a sum, porque se iba desangrando por allí a toda prisa.Filosofía, que conMúsica, se echó sobre ella y empezó a mesarle los cabellos y a darle coces,
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—Miren la bellaca, la sandía, la loca: ¿pues no quiere llevarme encadenada con
una Preposición, diciendo que yo tengo la Filosofía? Yo no tengo sino Música,
hermana. Déjeme en paz y púdrase de vieja en compañía de la
vieja loca.
—Quita allá, bullanguera —dijo la
penacho o acento que muy erguido sobre la
ni sirves más que de pasatiempo pueril.
—Poco a poco, señoras mías —gritó un Sustantivo alto, delgado, flaco y medio
tísico, llamado el
a mi hermana, o tendremos que vernos las caras. Estese usted quieta y deje a Perico en
su casa, porque todos tenemos trapitos que lavar, y si yo saco los suyos, ni con colada
habrán de quedar limpios.
—Miren el mocoso —dijo la
poquillo desmelenada—, ¿qué sería de esos badulaques sin mí? No reñir, y cada uno a
su puesto, que si me incomodo...
—No ha de ser —dijo el Sustantivo
¿Quién le ha dado a usted vela en este entierro, tío
ya está de más en el mundo.
—No, señoras; perdonen usías, que no estoy sino muy retebién. Un poco
decaidillo andaba; pero después que tomé este lacayo, que ahora me sirve, me voy
remediando.
Y mostró un lacayo, que era el Adjetivo
Alemana, que es otraFilosofía, arrancándole a la Música elu llevaba—; quita allá, que para nada valesSentimiento—. A ver, señora Filosofía, si no me dice usted esas cosasRazón, que andaba por allí en paños menores y unMal, que en todo había de meterse.Mal? Váyase al Infierno, queNecesario.
—Quítenmela, que la mato —chillaba la
con la
mundo sus socaliñas y gatuperios.
—Basta de indirectas. ¡Orden! —dijo el Sustantivo
para poner paz en el asunto.
—Déjelas que se arañen, hermano —observó la
arañen, que ya sabe vuecencia que rabian de verse juntas. Procuremos nosotros no andar
también a la greña, y adelante con los faroles.
Mientras esto ocurría, se presentó un gallardo Sustantivo, vestido con relucientes
armas y trayendo un escudo con pregrinas figuras y lema de plata y oro. Llamábase el
Religión, que había venido a las manosPolítica—; quítenmela, que me ha usurpado el nombre para disimular en elGobierno, que se presentóJusticia—; déjelas que se
Honor,
nombre, dándole las más raras aplicaciones y haciéndole significar lo que más les venía
a cuento. Pero el Sustantivo
y venía a quejarse de los innumerables desatinos que hacían los humanos en suMoral, que estaba en un rincón atándose un hilo en la 1,
que se le había roto en la anterior refriega, se presentó, atrayendo la atención general.
Quejose de que se le subían a las barbas ciertos Adjetivos advenedizos, y concluyó
diciendo que no le gustaban ciertas compañías, y que más le valiera andar solo: de lo
cual se rieron otros muchos Sustantivos fachendosos que no llevaban nunca menos de
seis Adjetivos de servidumbre.
Entretanto, la
fuego a una hoguera que había hecho con interrogantes gastados, palos de
Inquisición, una viejecilla que no se podía tener, estaba pegandoT y
5
paréntesis rotos, en la cual hoguera dicen que quería quemar a la
dando zancajos por allí con muchísima gracia y desenvoltura. Por otro lado estaba el
Verbo
cuando:
—¡Si me conjugo...!
Oyendo lo cual, el Sustantivo
Libertad, que andabaMatar, dando grandes voces, y cerrando el puño con rabia, decía de vez enPaz acudió corriendo tan aprisa, que tropezó en la
z
—Allá voy —gritó el Sustantivo
Allá voy a componer este zapato, que es cosa de mi incumbencia.
Y con unas comas le clavó la
cabriolas ante el Sustantivo
No pudiendo ni el Verbo
con que venía calzada y cayó cuan larga era, dando un gran batacazo.Arte, que ya se había metido a zapatero—.z a la Paz, que tomó vuelos y se fue a hacerCañón, de quien dicen estaba perdidamente enamorada.Ser, ni el Sustantivo Hombre, ni el Adjetivo Racional
poner en orden a aquella gente, y comprendiendo que de aquella manera iban a ser
vencido en la desigual batalla que con los escritores españoles tendrían que emprender,
resolvieron volverse a su casa. Dieron orden de que cada cual entrara en su celda, y así
se cumplió, costando gran trabajo encerrar a algunas camorristas, que se empeñaban en
alborotar y hacer el coco.
Resultaron de este tumulto bastantes heridos, que aún están en el hospital de
sangre, o sea
para examinar los medios de imponerse a la gente de letras. Se están redactando las
pragmáticas, que establecerán el orden en las discusiones. No tuvo resultado el
pronunciamiento, por gastar el tiempo los conjurados en estériles debates y luchas de
amor propio, en vez de congregarse para combatir al enemigo común; así es que
concluyó aquello como el Rosario de la Aurora.
El
Fe de erratas del Diccionario. Han determinado congregarse de nuevoFlos sanctorum me asegura que la Gramática había mandado al Diccionario
una embajada de géneros, números y casos para ver si por las buenas, y sin derramamiento
de sangre, se arreglaban los trastornados asuntos de la
Lengua Castellana.
BENITO PÉREZ GALDÓS
(Publ. en
La Nación (Madrid), 12, IV, 1868)
1
Tomo II, Madrid, Viceconsejería de Cultura y Deportes. Gobierno de Canarias, 1992, págs. 251-
258.
DE LA NUEZ, S. y Flora Lilia BARRERA ÁLAMO, Retablo y geografía de cuentos canarios,
LA CONJURACIÓN DE LAS PALABRAS