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jueves, 9 de junio de 2011

¡FELICIDADES A LOS ORLADOS!


Ayer tuve el placer de ver cómo se orlaban y quería felicitarles de todo corazón, espero que consigan todo lo que se propongan en la vida. Un abrazo a todos.

lunes, 6 de junio de 2011

AMAR LA CULTURA

Por los iPad españoles circulan versiones pirateadas de los libros más vendidos, que sus acomodados propietarios se pasan para demostrar que cumplen con uno de los axiomas de la modernidad: cultura gratis, que la pasta es mejor gastársela en ropa de diseño. ¿A quién le importan los derechos de los creadores (escritores, músicos, cineastas, fotógrafos…)? ¿Acaso no lo son por mero amor al arte…? ¿Encima quieren ganar dinero…?
Comprendo que quien no tiene nada robe comida, aun siendo consciente de que está robando. Si yo no tuviera nada, supongo que robaría igualmente cultura. Lo triste no es que lo hagan esos, sino también los pudientes. Y que ni los unos ni los otros piensen que están robando. Y que tantos políticos cobardes se muestren indiferentes hacia los derechos de propiedad intelectual: por lo que se ve, estamos dispuestos a pagar por todo, menos por el talento y el trabajo creativo.
No lo entiendo. El reconocimiento de los derechos de autor, a finales del XIX, fue el resultado de una lucha de siglos de artistas de todos los campos, hartos de vivir como servidores de los grandes señores. Ahora parece que estamos volviendo atrás. ¿Acabaremos como el gran Haydn cuando se paseaba con la librea de criado del príncipe de Esterházy…? Por mucho que se opongan los internautas (por cierto, ¿qué internautas?) y quienes se están forrando a nuestra costa en las páginas de descargas ilegales, si no queremos que se terminen la música, la literatura y el cine, esto habrá que regularlo. Y los que afirman amar la cultura y la libertad de expresión, deberían ser los primeros en apoyar una ley antipiratería.

Ángeles Caso  23/12/10

JUGAR CON FUEGO

El PP se ha empeñado en utilizar el delicado asunto de la inmigración en la campaña para las autonómicas. Los discursos sobre la necesidad de mano dura a ese respecto han sido constantes y han dado lugar a auténticas barbaridades: los folletos de Badalona en los que se identificaba inmigración con delincuencia y se clamaba “No queremos rumanos”, o el lamentable videojuego diseñado por los simpáticos chicos de Nuevas Generaciones, capaces de concebir a los extranjeros –y a los independentistas, no se nos olvide– como chistosos enemigos a combatir con armas.
No dudo de que semejantes mensajes encontrarán adeptos entre ciertos sectores afectados por la crisis que quizá vean en los inmigrantes a sus principales rivales a la hora de conseguir un empleo o una ayuda social. Lo más triste es que probablemente muchos de los que piensan así son hijos o nietos de españoles que hace algunas décadas tuvieron que irse a otro país, convirtiéndose ellos mismos en inmigrantes mirados con recelo.
La memoria es corta, pero el peligro del racismo y la xenofobia es tan largo que resulta infinito: como una serpiente de mil cabezas, anda siempre bajo tierra y se asoma para inocular su veneno en cuanto las circunstancias son adecuadas. Y las de una crisis siempre lo son: ¿acaso hemos olvidado ya que la mala situación económica de la Alemania de los años veinte desembocó en la toma del poder por los nazis y la consiguiente aniquilación de los judíos y los gitanos, es decir, de los “otros” considerados molestos y culpables? Jugar con fuego es fácil, pero tiene muchas posibilidades de acabar en incendio y devorarnos a nosotros mismos.

Ángeles Caso 18/11/10